El legado de Francisco y el desafío de una economía con rostro humano
Tras la muerte del Papa Francisco, el pasado 21 de abril a los 88 años, comenzó una nueva etapa para la Iglesia Católica, la institución religiosa más influyente del mundo, marcada por el equilibrio entre la renovación y la continuidad.
Julián D’Angelo |
mayo 23, 2025

Tras la muerte del Papa Francisco, el pasado 21 de abril a los 88 años, comenzó una nueva etapa para la Iglesia Católica, la institución religiosa más influyente del mundo, marcada por el equilibrio entre la renovación y la continuidad. Menos de un mes después, el 8 de mayo, el cónclave eligió como nuevo pontífice al cardenal Robert Francis Prevost, de nacionalidad estadounidense y peruana, quien adoptó el nombre de León XIV. Con ese gesto, el flamante Papa dejó en claro que su pontificado buscará responder a los desafíos de la cuarta revolución industrial, sin perder de vista el legado transformador de su antecesor.

El inicio oficial de su papado tuvo lugar el 18 de mayo, con una misa multitudinaria en la Plaza de San Pedro, ante unas 200 mil personas y delegaciones de 150 países. En su homilía, León XIV hizo un llamado a la unidad y a la reconciliación, dentro y fuera de la Iglesia, con un mensaje firme contra el odio, la violencia y los prejuicios.

Al momento de explicar el significado de la elección de su nombre, lo encuadró en un homenaje a León XIII, el Papa que, a fines del siglo XIX, supo dar una respuesta audaz a los cambios sociales de la Revolución Industrial. Hoy, dice León XIV, la Iglesia enfrenta desafíos similares, esta vez impulsados por la inteligencia artificial, la automatización y una transformación profunda del mundo del trabajo.

Sin lugar a dudas, el papado de León XIII (1878–1903) marcó un punto de inflexión en la historia de la Iglesia Católica al incorporar una mirada crítica y propositiva frente a las transformaciones sociales y económicas que trajo consigo la Segunda Revolución Industrial. En 1891 publicó la encíclica Rerum Novarum, considerada el punto de partida de la Doctrina Social de la Iglesia. En ella, denunció las injusticias del capitalismo industrial y defendió los derechos de los trabajadores, al tiempo que rechazó las soluciones colectivistas. Propuso un camino propio, basado en la dignidad del trabajo, la justicia social y el rol activo del Estado para proteger a los más vulnerables. Su legado fue clave para que la Iglesia asumiera un papel más activo en la vida pública y se convirtiera en una voz moral en los grandes debates sociales. Hoy, León XIV retoma ese espíritu para enfrentar los dilemas éticos y económicos de la Cuarta Revolución Industrial, sustentada en el avance arrollador de la Inteligencia Artificial.

Esta Doctrina Social de la Iglesia, ha ido robusteciendo su cuerpo doctrinal a partir de diversas Encíclicas y documentos de los sucesivos Papas, en estos últimos 130 años.

Una de las Encíclicas más innovadoras y trascendentes en este camino, es sin dudas la “Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común” publicada hace exactamente una década, el 24 de mayo de 2015, en ocasión de la celebración del Día de Pentecostés, y meses antes de la celebración de la Conferencia de París sobre Cambio Climático.

La encíclica Laudato si’ del Papa Francisco se presenta como un documento clave para comprender como los desafíos ambientales y sociales se entrelazan profundamente y asumir una responsabilidad concreta frente al deterioro del planeta y el sufrimiento de los más vulnerables. Su propuesta de una «ecología integral» nos invita a repensar profundamente el modo en que concebimos el desarrollo económico y social.

(…) hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres. (Laudato si’, n.º 49)

La crisis climática, la pérdida de biodiversidad, la desertificación de tierras y la contaminación del agua afectan de forma directa a las poblaciones más pobres del mundo. Millones de personas son desplazadas por razones ambientales. El acceso al agua potable, a la energía limpia o a alimentos suficientes sigue siendo un privilegio y no un derecho garantizado. Frente a esta realidad, ya no hay margen para la indiferencia.

Conocemos bien la imposibilidad de sostener el actual nivel de consumo de los países más desarrollados y de los sectores más ricos de las sociedades, donde el hábito de gastar y tirar alcanza niveles inauditos. Ya se han rebasado ciertos límites máximos de explotación del planeta, sin que hayamos resuelto el problema de la pobreza. (Laudato si’, n.º 27)

En este sentido, Laudato si’ nos interpela no solo desde una perspectiva espiritual, sino también desde la ética pública y la ciencia. Propone un modelo de desarrollo que respete los límites del planeta, que ponga a la persona en el centro y que recupere el valor del cuidado, tanto del ambiente como de los vínculos sociales. El deterioro ambiental y la injusticia social no son problemas separados: tienen raíces comunes y requieren soluciones integrales.

Un mensaje ético fundamental en Laudato si´ es que, en un mundo de inequidades y personas «descartables», el principio del bien común exige solidaridad incondicional y una opción preferencial por los más pobres.

La encíclica también ofrece líneas de acción, promueve el diálogo (incluido el interreligioso) y enfatiza la importancia fundamental de la educación para el cambio.

Cinco años después, en octubre de 2020, Francisco publica la encíclica Fratelli tutti, que  es un llamado urgente a construir una fraternidad universal basada en la dignidad humana, la solidaridad y el bien común. En un mundo marcado por la exclusión, el individualismo y la fragmentación social, el Papa propone una cultura del encuentro que trascienda fronteras, culturas y religiones. Inspirado en San Francisco de Asís, reafirma que todos los seres humanos somos hermanos, sin excepción, y que la paz duradera solo puede lograrse mediante el diálogo, la empatía y el compromiso activo con los más vulnerables.

Desde la Doctrina Social de la Iglesia, Fratelli tutti refuerza el principio de que toda actividad económica debe estar al servicio de la persona y la comunidad. Critica con firmeza las lógicas del descarte, el utilitarismo económico y la idolatría del mercado, planteando que la rentabilidad no puede ser el único criterio que rija las decisiones empresariales. Aboga por una economía con rostro humano, donde se reconozca el valor del trabajo digno, el acceso equitativo a oportunidades y la inclusión como parte central de cualquier modelo de desarrollo.

Esta mirada tiene profundas implicancias para la sostenibilidad empresarial: promueve un liderazgo ético, basado en la responsabilidad social, el cuidado del ambiente y el respeto por los derechos humanos. Fratelli tutti invita a las empresas a ser verdaderos actores del bien común, generando valor compartido y contribuyendo activamente a una sociedad más justa, equitativa y fraterna. Desde esta óptica, la sostenibilidad no es solo una estrategia o una ventaja competitiva, sino una vocación que se alinea con el compromiso moral de transformar el mundo en un hogar para todos.

(…) es imperiosa una política económica activa orientada a «promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial», para que sea posible acrecentar los puestos de trabajo en lugar de reducirlos. La especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos. Por otra parte, «sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. (…) «tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos (…)(Fratelli tutti, n.º 168)

Tres años después, en octubre de 2023, publica Laudate Deum: A todas las personas de buena voluntad sobre la crisis climática, que es una Exhortación apostólica emitida para reforzar la Encíclica Laudato Sí, como reacción a la inacción y la falta de progreso.

Aquí, Francisco señala que el cambio climático ya no es un problema del futuro, sino una realidad presente que afecta gravemente a las poblaciones más pobres y al equilibrio ecológico del planeta. Exhorta a la comunidad internacional, a los líderes políticos y económicos, y a cada ciudadano, a actuar con urgencia, responsabilidad y valentía ante la “deuda ecológica” que tenemos con la creación y con las futuras generaciones.

Laudate Deum interpela directamente a los modelos de producción y consumo, y al rol de las empresas en la transformación ecológica. El Papa advierte sobre el “tecnocentrismo” y la lógica del lucro ilimitado, y llama a construir una economía regenerativa, que se funde en la ética del cuidado, la justicia ambiental y la corresponsabilidad. Las empresas, en este marco, deben ser protagonistas del cambio, asumiendo compromisos concretos con la descarbonización, las energías limpias y la equidad social. Más que una opción estratégica, se trata de una exigencia moral y espiritual para quienes buscan alinear su actividad con los valores del bien común.

Terminemos de una vez con las burlas irresponsables que presentan este tema como algo sólo ambiental, “verde”, romántico, frecuentemente ridiculizado por los intereses económicos. Aceptemos finalmente que es un problema humano y social en un variado arco de sentidos. (…)(Laudato Deum, n.º 58)

En este camino pueden mencionarse también otros dos documentos que, si bien no fueron confeccionados personalmente por el Papa, fueron elaborados a su solicitud para complementar estas Encíclicas.

El primero es Oeconomicae et Pecuniariae Quaestiones, elaborado por la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, en mayo del 2018.

Este documento realiza una crítica profunda al sistema financiero global, especialmente a las prácticas especulativas que priorizan el beneficio inmediato sobre el valor del trabajo humano, el desarrollo sostenible y el bien común. Denuncia el uso de instrumentos financieros complejos que muchas veces escapan al control ético y regulatorio, promoviendo desigualdad, inestabilidad y exclusión. También condena la evasión fiscal, el lavado de dinero y otras prácticas que desvían la economía de su función esencial: servir a la persona.

Propone un cambio de paradigma: pasar de una economía que “mata” a una economía “que pone en el centro a la persona”. Llama a empresarios, banqueros, inversores y responsables de políticas públicas a ejercer su rol con ética, transparencia y responsabilidad social, proponiendo un “discernimiento ético” en todas las decisiones económicas. Plantea que el desarrollo económico y el respeto por los principios morales no son incompatibles, sino que deben ir de la mano si se aspira a una sociedad verdaderamente humana.

(…)Es urgente una autocrítica sincera, así como una inversión de tendencia, favoreciendo en cambio una cultura empresarial y financiera que tenga en cuenta todos aquellos factores que constituyen el bien común. Esto significa, por ejemplo, que hay que colocar claramente a la persona y la calidad de las relaciones interpersonales en el centro de la cultura empresarial, de modo que cada empresa practique una forma de responsabilidad social que no sea meramente marginal u ocasional, sino que anime desde dentro todas sus acciones, orientándola socialmente (…) ( Oeconomicae et Pecuniariae Quaestiones n° 23)

El último documento es Mensuram Bonam (“Con buena medida”), publicado en noviembre de 2022 por la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, en colaboración con el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, bajo la guía del Cardenal Peter Turkson. Su subtítulo es claro y revelador: “Fe y finanzas para un enfoque de inversión católico”. Se trata de una guía inédita de criterios éticos para inversiones financieras alineadas con la fe católica, en continuidad con la Doctrina Social de la Iglesia y documentos anteriores como Laudato si’, Fratelli tutti y Oeconomicae et Pecuniariae Quaestiones.

El documento ofrece una propuesta concreta para quienes gestionan fondos, inversiones o patrimonios, para tomar decisiones económicas que no contradigan los valores cristianos. Propone un modelo de «inversión con propósito», que combine rendimiento económico razonable con impacto positivo en lo social, lo ambiental y lo ético. En lugar de invertir simplemente para maximizar beneficios, se alienta a los católicos a invertir con conciencia, buscando apoyar iniciativas que promuevan la dignidad humana, el trabajo decente, la equidad y el cuidado de la creación.

Mensuram Bonam aporta una herramienta valiosa: introduce indicadores para evaluar si una inversión respeta principios como la justicia, la paz, el cuidado del ambiente, los derechos humanos, la inclusión y la integridad. También alerta contra inversiones en sectores o empresas vinculadas a armas, extractivismo irresponsable, juego, pornografía, trabajo esclavo o violación de derechos laborales. En suma, propone una cultura financiera inspirada en la ética del bien común y en el Evangelio, alineada con una economía que no solo sea eficiente, sino verdaderamente humana y sostenible.

(…) Es crucial señalar que ESG no es sinónimo de DSI. En el fondo, la DSI modifica la trayectoria de la economía y la cultura para hacerlas más humanas y humanizadoras. Sirve al objetivo de construir el Reino de Dios en la tierra. Por ejemplo, la dignidad de la persona es una categoría mucho más completa que la «satisfacción del cliente» o el «compromiso del empleado». Del mismo modo, la dignidad del deber y la responsabilidad trascienden la «auditoría» o la «privacidad»(…) (Mensura Bonam n° 43)

En este sentido, el legado del Papa Francisco estableció  un hito en la manera de pensar la economía, la política y el cuidado de la creación. Su magisterio propuso con firmeza una ética global del cuidado, la fraternidad y la justicia. Francisco no le habló solo a los creyentes, sino a toda la humanidad, invitándonos a construir una economía con rostro humano, donde las finanzas estén al servicio de la vida y el planeta no sea un recurso a explotar, sino un bien a proteger. En un tiempo atravesado por crisis múltiples, su voz se eleva como una brújula moral que interpela a empresarios, gobiernos y ciudadanos a cambiar el paradigma: dejar atrás la cultura del descarte y apostar por una sostenibilidad integral, donde la rentabilidad y la compasión no sean opuestas, sino aliadas.

 

* El autor es director del Centro de Responsabilidad Social Empresaria y Capital Social (FCE-UBA)