La agricultura regenerativa se posiciona como una alternativa innovadora para producir respetando los límites de la naturaleza y mejorando los ecosistemas. Natalia Giraud, directora de Asuntos Corporativos de Unilever Cono Sur, cuenta las lecciones sobre la implementación de una iniciativa con el INTA, donde se promueven prácticas de agricultura regenerativa en Mendoza y San Juan.
¿Cuáles fueron los principales desafíos enfrentados por los productores al implementar prácticas de agricultura regenerativa y cómo lograron superarlos?
A dos años de la firma del convenio entre Unilever y el INTA, nuestro aliado por más de 30 años, podemos decir que este proyecto nos demuestra que todo proceso con la naturaleza implica respetar sus tiempos, tener constancia y convicción.
En el trayecto de su implementación, así como hubo aciertos y mejoras en determinadas prácticas con impacto positivo a campo, también surgieron desafíos y la necesidad de adecuar ciertos manejos al requerimiento particular de cada lote en producción. Lo positivo es que sabemos que esto recién empieza y que vamos aprendiendo todos juntos: Unilever, el INTA, los productores. Aportamos ideas y compartimos experiencias, cada uno con su mirada, porque no hay una única receta ni forma de hacer las cosas bien, sino que esta nueva agricultura se basa en lineamientos generales que se llevan a la práctica empleando tecnologías de procesos.
Un ejemplo concreto de los desafíos con los que nos encontramos es la implementación de siembra directa, una técnica muy difundida en los cultivos extensivos, pero novedosa para la horticultura. Por otro lado, en esta misma línea, el compostaje también requirió una adecuación a las condiciones propias de cada finca por el volumen de material orgánico a tratar que complejiza la tarea. Según nos comentaron los horticultores que están implementando esta técnica, existen ciertas dificultades de logística, así como la necesidad de inversión en infraestructura y maquinaria. En este sentido, se les brindó financiamiento y gracias a la colaboración y trabajo en equipo logramos que los horticultores tengan la experiencia y comprueben a campo los resultados positivos de la tecnología. Por ejemplo, en uno de nuestros proveedores, Finca “La Lucia”, notaron que, a partir de incorporar el resultado del compostaje, mejoró la calidad del suelo, con buena cantidad de nutrientes y de materia orgánica.
Todavía existen algunos aspectos a seguir trabajando como la incorporación de coberturas vegetales y la conservación de hábitats y promoción de biodiversidad funcional. Sabemos que existe un margen amplio de mejora y perfeccionamiento en el desempeño en todos los principios, lo que abre interesantes posibilidades de logro a corto y mediano plazo.
¿Qué aprendizajes específicos surgieron de la colaboración con el INTA?
El primer gran paso del acuerdo fue lograr que nuestros agricultores abrazaran el cambio y adoptaran estas prácticas. Para esto, el INTA fue central porque nos acompañó y fue nuestro aliado en generar la confianza necesaria para comenzar a transitar la transformación. Gracias a esta alianza tenemos un plan de trabajo conjunto que tiene como objetivo combinar el cuidado por el ambiente, impulsar la innovación y fortalecer el desarrollo de las comunidades locales.
El mayor aprendizaje que nos trae este proyecto es que producir en armonía con la naturaleza es posible. A dos años de la puesta en marcha, el proceso de transición productiva hacia la agricultura regenerativa ya logró una clara mejora y perfección de los manejos en las fincas para cuidar el suelo, el agua y la biodiversidad. Hoy podemos decir que contamos con la conformación de un equipo interdisciplinario de 10 expertos del INTA, con sede en tres estaciones experimentales de Mendoza; y el acompañamiento a los productores mediante la asistencia técnica para la implementación de prácticas agronómicas de Agricultura Regenerativa en sus fincas.
¿Y cómo planean integrar estos aprendizajes en futuros proyectos?
Hay muy buena aceptación por parte de los productores involucrados y eso nos da un gran empuje para la continuidad del proyecto. De los 7 horticultores, 3 actúan como faro y ejemplo a seguir para el resto de los productores involucrados en el proyecto. Hoy sabemos que la clave son las experiencias compartidas para generar un aprendizaje común y también que esto es trasladable a otros proyectos. Lo más importante, es que se están obteniendo muchas conclusiones y aprendizajes para seguir mejorando.
¿Y qué oportunidades ven para escalar estas prácticas a otros productores?
Gracias a esta experiencia pudimos observar que los pequeños agricultores presentan un enorme desafío y una gran oportunidad para adaptar e introducir los principios de la agricultura regenerativa. Al desarrollar este proyecto con el acompañamiento del INTA estamos generando un lineamiento científico extrapolable a todo el país, permitiendo que los aprendizajes se puedan expandir a toda la Argentina gracias a su cercanía con los productores.
A dos años de haber comenzado con este proyecto, podemos decir que el 100% de los productores con los que trabajamos en Mendoza y San Juan y abastecen nuestra Planta Deshidratadora en Mendoza ya están involucrados en el proyecto. Al ser un método nuevo de trabajo, buscamos además potenciar nuestros aprendizajes compartiéndolos con la comunidad científica para que puedan ser replicados. La expectativa, las ganas y la muy buena aceptación por parte de todos los involucrados son el motor de este proyecto en marcha con desafíos que se renuevan.