A mediados de octubre, tuve el placer de participar como conferencista, por tercera vez, en el Congreso de los Licenciados en Administración de México, organizado por la Federación CONLA (Colegios Nacionales de Licenciados en Administración).
La administración es la segunda profesión más importante en México, con más de 1.2 millones de profesionales y una tasa de ocupación laboral del 95%. Esta destacada comunidad impulsa el desarrollo económico y social del país a través de su liderazgo y visión estratégica.
El Congreso reunió a más de 500 estudiantes y académicos de manera presencial, complementados por miles de usuarios en la transmisión virtual a través de redes sociales. La diversidad de perspectivas, el intercambio de conocimientos y la interacción entre expertos reafirmaron la importancia de la administración como motor de innovación y desarrollo sostenible.
Durante el evento, se enfatizó en numerosas ocasiones la relevancia estratégica de la administración como motor clave para el desarrollo en un mundo en constante transformación. Las actividades destacaron la digitalización, la innovación y las tecnologías emergentes —como la inteligencia artificial, la analítica de datos y la automatización— como herramientas imprescindibles para transformar las organizaciones. Estas tecnologías no solo incrementan la eficiencia operativa, sino que también facilitan enfrentar los desafíos actuales con un enfoque ético y sostenible, garantizando así la competitividad a largo plazo.
Además, se planteó que tanto la administración pública como la privada deben adoptar un enfoque integral que combine liderazgo estratégico, responsabilidad social empresarial y un firme compromiso con el desarrollo sostenible. También se abordaron temas críticos como la ciberseguridad, la gestión de riesgos y la expansión de marcas, demostrando que la sostenibilidad organizacional requiere estrategias que integren innovación, tecnología y un enfoque centrado en las personas y el cuidado del medio ambiente.
De esta forma, el congreso dejó en claro que la administración moderna debe ser un pilar fundamental en la construcción de un futuro competitivo, inclusivo y responsable, capaz de responder a los retos de un entorno globalizado con soluciones innovadoras y sostenibles.
Fueron tantas, y tan diversas, las implicancias expuestas de la cuarta revolución industrial, que siento que, más temprano que tarde, no habrá actividad humana, excepto quizá las fisiológicas, que no pueda ser optimizada por un algoritmo o la Inteligencia Artificial.
Según la investigación publicada por el Instituto de Inteligencia Artificial Centrada en el Humano, conocida como el Reporte Anual de la Universidad de Stanford, publicado en septiembre de este año, el 66% de los individuos consideran que la Inteligencia Artificial afectará sus vidas dramáticamente en los próximos tres a cinco años.
Sin lugar a duda, la Inteligencia Artificial generará el mayor boom de productividad desde la Primera Revolución Industrial. Cambiará todas las industrias y creará nuevos negocios y oficios.
El nivel de masificación y popularidad que impuso la Inteligencia Artificial Generativa, a partir del lanzamiento de ChatGPT, fue de tal impacto que fue la tecnología con la más rápida tasa de aceptación de la historia, alcanzando los 100 millones de usuarios en apenas 55 días desde su lanzamiento.
En el Congreso, tuve la oportunidad de exponer las cinco principales formas en las que la Inteligencia Artificial (IA) contribuye a la sustentabilidad empresarial, marcando un camino hacia la innovación responsable y el desarrollo sostenible.
En primer lugar, la IA optimiza la eficiencia energética y el uso de recursos naturales en procesos industriales, permitiendo a las empresas reducir costos y minimizar su impacto ambiental. En segundo lugar, aporta soluciones clave para la agricultura sostenible, mejorando la productividad y reduciendo el impacto ambiental mediante el análisis avanzado del suelo y el clima. Esto se traduce en sistemas de riego, fertilización y fumigación más precisos y eficientes.
En tercer lugar, la IA permite el procesamiento de imágenes geoespaciales, proporcionando datos en tiempo real que ayudan a monitorear ecosistemas, prevenir desastres naturales y gestionar de manera sostenible el uso del territorio. En cuarto lugar, juega un rol crucial en la movilidad sostenible al analizar grandes volúmenes de datos de tráfico, optimizar rutas de transporte, reducir la congestión vial y minimizar las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI).
Finalmente, la IA impulsa prácticas de economía circular mediante la optimización de procesos de recuperación y reciclaje de materiales. Además, facilita el diseño de productos más sostenibles, reduciendo el uso de recursos y maximizando su capacidad de ser reciclados al final de su ciclo de vida.
Estas cinco áreas demuestran cómo la Inteligencia Artificial no solo transforma la manera en que operan las empresas, sino que también las alinea con los objetivos de desarrollo sostenible, mostrando que la tecnología puede ser una gran aliada para enfrentar los desafíos ambientales, sociales y económicos actuales.
Sin embargo, como contracara de sus beneficios, también analicé los cinco principales riesgos asociados con el uso de la Inteligencia Artificial (IA), desde una perspectiva ética y ambiental. Estos desafíos representan un llamado de atención para promover un uso responsable de la tecnología.
En primer lugar, la IA exige enormes cantidades de energía para entrenarse y operar, lo que genera una huella de carbono significativamente mayor que la de otras tecnologías digitales, como los motores de búsqueda. Por ejemplo, Google reconoció recientemente que sus emisiones de carbono aumentaron un 48% en los últimos cinco años. Además, se estima que el funcionamiento diario de modelos como ChatGPT consume tanta energía como la que requieren 33.000 hogares en un día. Este uso intensivo de recursos plantea una alarmante proyección: en un futuro cercano, un ciudadano europeo podría consumir más agua utilizando IA que para satisfacer sus necesidades básicas. La situación se agrava considerando que, para 2030, el número total de dispositivos conectados a internet se duplicará, alcanzando los 40 mil millones, mientras que el sector tecnológico ya contribuye entre el 1.5% y el 3.2% de las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero (GEI).
En segundo lugar, surge la problemática de los sesgos y la discriminación. Los sistemas de IA, entrenados con datos históricos, a menudo perpetúan desigualdades al subrepresentar, discriminar o distorsionar las características de poblaciones no blancas o marginadas. Estos sesgos no solo refuerzan estereotipos, sino que también limitan el acceso equitativo a los beneficios de la tecnología.
En tercer lugar, la privacidad se encuentra en el centro del debate. El uso masivo de datos plantea serias preocupaciones sobre la protección de información personal, la violación de derechos de autor y el uso indebido de contenidos producidos por escritores, periodistas y creadores. Este conflicto amenaza tanto la seguridad de los datos como los derechos intelectuales.
En cuarto lugar, la IA tiene implicancias directas en el empleo, ya que muchas tareas tradicionalmente realizadas por humanos están siendo automatizadas. Esto genera un desplazamiento laboral significativo y plantea el desafío de reentrenar a los trabajadores en habilidades relevantes para la economía digital.
Finalmente, la vulnerabilidad tecnológica y los dilemas éticos asociados también son preocupantes. Desde la posibilidad de ciberataques hasta el uso de sistemas de IA en decisiones críticas, como las relacionadas con la vida humana. Un ejemplo emblemático es el pedido explícito del Papa Francisco de que “ninguna máquina deba elegir jamás poner fin a la vida de un ser humano”. Este llamado pone de relieve la necesidad de regular el desarrollo y uso de estas tecnologías para garantizar que estén alineadas con los principios éticos fundamentales.
* El autor es director del Centro de Responsabilidad Social Empresaria y Capital Social (FCE-UBA)