Todos tenemos “momentos de la verdad” a lo largo de la vida. Son esos instantes que gatillan decisiones que veníamos rumiando desde tiempo atrás. Jorge Luis Borge (solo una S separa su apellido del gran escritor), tuvo el suyo hace 15 años cuando se desempeñaba como gerente de Recursos Humanos en un call center y una persona en situación de calle se presentó a pedir trabajo. Sin dudarlo, lo hizo pasar y conversaron más de una hora. Aunque no pudo brindarle un empleo y solo atinó a recomendarle que se acercara a una ONG, esta conversación le hizo un click. A la semana siguiente Borge se reunió con su supervisor y presentó la renuncia, dispuesto a crear una empresa con el objetivo de emplear a personas en situación de vulnerabilidad. Su jefe no solo aceptó la renuncia, sino que le propuso seguir trabajando para la compañía en forma externa. Esto le permitió seguir contando con un ingreso, y disponer de flexibilidad de tiempo para plasmar su proyecto en lo que hoy es “Gestiones Solidarias”, una empresa que brinda capacitación y empleo a personas en situación de vulnerabilidad social.
La firma, a la que se sumó como socio Marcelo Castillo tiene hoy tres unidades de negocio: una compañía de servicios de limpieza que trabaja para oficinas y plantas industriales, una firma de servicios eventuales que incorpora personal de oficios y para la construcción, y una consultora que asesora a empresas en programas de diversidad e inclusión laboral. A su vez, el grupo posee una “Escuela de Valores y Empleo” donde brindan cursos para la empleabilidad.
Actualmente, Gestiones Solidarias emplea a unos 150 colaboradores con “barreras a la inclusión laboral” que provienen de paradores, barrios carenciados, tienen alguna discapacidad o son mujeres víctimas de violencia. Desde su creación, más de 1.800 personas han sido capacitadas en la Escuela de Valores y Empleo, y un 30% de ellas consiguieron trabajo por sí mismas antes de terminar el curso.
Escuela de vida
“A poco de crear la empresa, nos dimos cuenta de que no alcanzaba con darles empleo. Era invitarlos a otro fracaso. Nos dimos cuenta que teníamos que ir hacia atrás en la historia de esa persona. Por eso creamos la “escuela de valores y empleo”, relata Borge. “El curso dura dos meses, una o dos veces por semana, y allí se trabaja sobre la situación actual de cada persona para ver qué modificar y cómo seguir avanzando. Tres de cada 10 asistentes consiguen empleo por su cuenta sin que seamos nosotros los empleadores. Son personas que logran enfrentar el No, arman su CV y salen a golpear puertas y buscar trabajo, algo que antes tal vez no hacían. No porque no lo necesitaran, sino porque no tenían la autoconfianza y las herramientas para hacerlo”, dice el emprendedor.
Borge aclara que el foco de su compañía son las personas en situación de vulnerabilidad, pero no extrema. “Las personas en situación de calle necesitan una primera contención que nosotros no podemos brindarles, aunque sí trabajamos en red de ONGs que lo hacen. El requisito básico es que puedan dormir y asearse, como para poder cumplir una rutina laboral”. También explica que las capacitaciones son para empleos en relación de dependencia, ya que hay otras organizaciones que trabajan muy bien en formar y acompañar a emprendedores por cuenta propia.
A la par de realizar un trabajo de capacitación y seguimiento con sus colaboradores, Gestiones Solidarias realiza un acompañamiento a los clientes que son quienes contratan los servicios eventuales, ya sea de limpieza u oficios de la construcción. “Las personas asignadas a cada empresa cuentan con las competencias para el puesto de trabajo. También reciben una formación específica y luego hacemos un seguimiento sobre su performance y mantenemos un feedback con el referente dentro de la empresa”, describe Borge.
Entre los clientes de Gestiones Solidarias se cuentan plantas industriales, consorcios de departamentos, oficinas y pymes de servicios. En los últimos 15 años, cientos de historias de transformación personal transcurrieron en esta empresa. Su fundador destaca la de Victor, a quien conoció en uno de los talleres de la Escuela de Valores en contexto de encierro. Rozaba los 40 años y había estado preso gran parte de su vida por robos reiterados. “Cuando salió de la cárcel nos pidió ayuda para buscar trabajo. Él vivía en Bernal y había una posición de limpieza en una clínica de San Martín. Víctor asumió el desafío, aunque tenía que viajar más de tres horas por día. Y nos contó que su mayor alegría era encontrarse con su hija al volver a casa. Ella nunca había visto a su padre volver del trabajo. Parece un cambio simple, pero es enorme. Tanto por parte de las personas como de las organizaciones que se animan a dejar de lado prejuicios para incluir a quienes están en situación de vulnerabilidad. Nosotros solo somos un puente”, asegura.