¡Hola! Soy Gala Díaz Langou, directora ejecutiva de CIPPEC. Los saludo y aprovecho también para agradecerle a Florencia por haberme cedido el espacio esta semana.
Trabajo en CIPPEC desde 2006, hice toda mi carrera en el programa de Protección Social, especializándome en temas sociales. En particular, me preocupa cómo podemos reducir la pobreza y la vulnerabilidad en la que viven millones de personas en el mundo.
También doy clases en la Universidad Torcuato Di Tella, donde cursé mi licenciatura en Estudios Internacionales, antes de hacer mi maestría en Políticas Públicas en la Universidad de Georgetown.
Desde CIPPEC ejerzo distinto roles a nivel internacional, soy co-chair del T20 y participo del Panel internacional para el progreso social que reúne a los principales expertos del mundo en materia social.
En la edición que van a leer intento acercar algunas reflexiones acerca de cómo podemos hacer frente a este problema tan acuciante que es la pobreza, con algunos recursos que me gustaría compartir con ustedes. Gracias por leer.
¿Cómo enfrentar la pobreza en Argentina? La importancia de las economías inclusivas
En Argentina, desde hace casi cuatro décadas que al menos un cuarto de la población vive en situación de pobreza. Se estima que, al menos, el 15% son personas que viven toda su vida en la pobreza, mientras que el resto entra y sale de esa situación, dependiendo de la situación económica y, en particular, laboral.
Esta situación implica que, en un país reconocido mundialmente como productor y exportador de alimentos, haya familias que pasen episodios de hambre. En Argentina se producen alimentos para alimentar a 400 millones de personas. Pero, según los datos de enero de 2024 del Observatorio de la Deuda Social, 15% de la población argentina no alcanza a cubrir la Canasta Básica de Alimentos y vive episodios de hambre al menos una vez por mes. Esto afecta a alrededor de 7 millones de personas.
En contextos recesivos como el actual, este es un problema que se vuelve mucho más visible, porque hay personas insertas en el mercado de trabajo formal que empiezan a no llegar a fin de mes. El número de familias que viven en la pobreza crece, y también la necesidad de mitigar este problema mediante transferencias directas. Los programas que transfieren dinero a las familias son, sin duda, un pilar clave para contribuir a que su vida mantenga la mejor calidad posible y, en particular, para garantizar la seguridad alimentaria.
Pero claramente las transferencias no resuelven ni todo el problema ni sus causas de raíz. La pobreza es un fenómeno que abarca muchas más dimensiones que la del ingreso. En Argentina tenemos un fuerte sesgo porque medimos solamente la pobreza por ingresos, ignorando dimensiones cruciales como, por ejemplo, el acceso a servicios básicos, como la salud, o a condiciones de vida digna, como puede ser una vivienda adecuada.
Para resolver la pobreza es necesario ir mucho más allá de la mitigación. Es necesario gestar una estrategia integral que articule la creación de empleo con la mejora de las condiciones de vida y la interrupción de la transmisión de la pobreza entre generaciones. Esto puede sonar muy complejo, pero es así como nuestros países vecinos redujeron la pobreza sustancialmente, mientras que nuestro país no lo ha logrado hacer. Además, tenemos casi todos los elementos que deberían constituir una estrategia de esta naturaleza, pero atomizados y con implementaciones fluctuantes, lo cual ha reducido significativamente su impacto.
Tenemos una oportunidad única de resolver este problema, que requiere acciones por parte del Estado (en todos sus niveles), pero también de la sociedad en su conjunto. La oportunidad es ahora porque en Argentina aumenta la expectativa de vida y cae la tasa de fecundidad. Esto quiere decir que cada vez tenemos menos gente en edad de trabajar. Argentina está envejeciendo rápido. En pocos años habrá menos personas en edad activa que personas dependientes (niños/as, pero especialmente personas mayores). Este contexto va a ser mucho más restrictivo para resolver este enorme problema que hoy resulta una deuda del presente, pero que también es un obstáculo concreto para el desarrollo a futuro.
Hay que empezar por la infancia
En Argentina se concentran las peores condiciones en los niños/as (6 de cada 10 viven y crecen en la pobreza). Este fenómeno se conoce como infantilización de la pobreza. Esta es una realidad que afecta la cotidianidad de muchas familias argentinas y que cercera las posibilidades de desarrollo a futuro de la mayoría de los más pequeños. No en todos lados ocurre lo mismo. Hay países que lograron entender que es necesario concentrar las mejores condiciones en la infancia si se pretende un futuro mejor. Para ello, es crucial entender que las familias hoy enfrentan una dicotomía a la hora de criar: dedicar tiempo al trabajo remunerado o al cuidado. Esto sucede porque no tenemos una red de servicios de cuidados fuerte que respalde a las familias. Desde CIPPEC presentamos una propuesta concreta, con un análisis de factibilidad político, fiscal y técnico
La educación es el motor del desarrollo genuino que reduzca la pobreza
Para encontrar un camino más directo al desarrollo el primer paso, siempre, es la educación. Por eso, desde CIPPEC y junto con otras organizaciones pedimos que la Educación sea el punto número 1 de cualquier gran acuerdo nacional. No hay forma de encontrar la prosperidad a nivel individual sin ella y tampoco es posible buscar un futuro mejor para todo el país en un contexto de crisis educativa. Y ahí es dónde estamos: en Argentina solo 13% de quienes inician el primario terminan la secundaria. Hay 180.000 chicos y chicas que se alejan del secundario cada año para no volver. Es central revertir esta situación y, por eso, venimos acompañando a provincias en la implementación de Sistemas de Alerta Temprana para potenciar la terminalidad educativa.
Este problema lo resolvemos entre todos
En los últimos 50 años cambió la forma en la que entendemos que se puede disminuir la pobreza. Hacia fines del siglo pasado primaba una mirada centrada en el rol del Estado, casi en soledad, en brindar soluciones (casi exclusivamente caridad) para las familias en situación de vulnerabilidad. Casi en soledad porque en ocasiones se articulaba con organizaciones sociales con foco caritativo. En los últimos 25 años, y en particular después de la crisis de 2001-22, se logró entender que se necesita una articulación más profunda y más amplia, con muchos más actores, para resolver un problema tan profundo. Javier García Moritán, director ejecutivo del Grupo de Fundaciones y Empresas, aborda con una lucidez única este tema y marca la urgencia de integrar las acciones para un capitalismo más humano y sostenible en su último libro “La acción colectiva: Hacia un capitalismo de bien público”.
Problemas comunes, ¿soluciones globales?
La pobreza, el hambre y las desigualdades son problemas que no distinguen fronteras. La desigualdad crece en el mundo y hace que determinados grupos sufran con particular intensidad los problemas. Se suma la desigualdad socioeconómica a la racial, género, territorial, y etaria entre otras. No alcanza con articular acciones al interior de los países para resolver estos problemas. Pero también es necesario reconocer que la eficacia de ámbitos interancionales, como Naciones Unidas o el G20, está siendo cuestionada. ¿Implica eso retroceder a nacionalismos e individualismos? En el Grupo de Trabajo nº1 del Think 20 (el grupo del G20 dedicado a proponer soluciones concretas a los problemas globales) argumentamos fuertemente que no, que la única solución sigue siendo fortalecer el multilateralismo e incorporar también nuevas miradas y actores.
Hasta aquí llegamos hoy. Hasta la próxima.
Gala.