La región de América Latina y el Caribe es particularmente vulnerable a los desastres causados por amenazas de origen natural. Se proyecta que las amenazas climáticas aumentarán en frecuencia e intensidad bajo escenarios de cambio climático. El incremento de la resiliencia de los países frente a estas amenazas y la aplicación de un enfoque proactivo de gestión es sumamente importante.
“Tanto la mitigación como la adaptación al cambio climático se volvieron muy relevantes. Se requieren mayores inversiones de dinero para adaptar las estructuras”, señala Wilhelm Dalaison, especialista en Infraestructura Social del Sector de Infraestructura y Energía del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Para el especialista del BID la clave es actuar sobre los códigos de construcción. Y agrega que también se necesitan incentivos y financiamiento. “Esa es la forma de escalar y garantizar que todos los edificios sean sostenibles y resilientes”, explica.
Los códigos de construcción son un factor determinante para el incremento de la resiliencia de la infraestructura, a través de la gestión del riesgo de desastres y cambio climático, ya que su existencia, calidad, carácter legal y nivel de cumplimiento definen las bases sobre las cuales se debe desarrollar el ambiente construido y la fiabilidad de los servicios basados en infraestructura física. El BID realizó un informe para conocer más sobre los códigos de la región. Este análisis permitió identificar que, por ejemplo, el avance de la región en códigos sísmicos y de viento es mucho mayor que para inundaciones, que aún es una amenaza a la que los países se enfrentan de forma reactiva. Asimismo, la región ha venido dando pasos acelerados para incorporar aspectos de sostenibilidad en los proyectos de construcción (o viviendas y edificios), aunque esto no se ve necesariamente reflejado en los códigos de construcción.
Por otro lado, en lo referente a los aspectos de sostenibilidad, se identifica que los temas relacionados con el ahorro energético están más avanzados que otros aspectos como el uso eficiente del agua, la calidad del ambiente interior y la identificación de zonas climáticas.
Aunque la mayoría de las ciudades ya están implementando acciones para atender los impactos del cambio climático, la adaptación es un desafío complejo y aún hay numerosos obstáculos que dificultan acelerar la respuesta, como la falta de información actualizada y adecuada a nivel local, la ausencia de financiación y tecnología, los valores y tradiciones culturales, y las limitaciones institucionales, entre otros. La buena noticia es que invertir en adaptación y resiliencia es más rentable que responder a las catástrofes: por cada dólar invertido en la prevención se pueden ahorrar hasta 15 dólares en la recuperación después de un desastre y por cada dólar invertido en resiliencia se puede ahorrar entre 4 y 7 dólares, al tiempo que se generan beneficios no monetizados. Además, al promover la resiliencia de las ciudades y la adaptación para reducir los impactos negativos relacionados con el clima, se contará con mayor preparación para responder a otros desafíos de las ciudades, siendo una oportunidad para lograr el crecimiento económico y resolver problemas urbanos.
“En relación a la resiliencia en construcción hay iniciativas interesantes como bloques de hormigón celular o el uso de materiales prefabricados como paredes inferiores de yeso con montantes de madera en lugar de ladrillos. Estas iniciativas todavía son incipientes”, dice Dalaison.
La profesora titular de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR) en el máster en Energías Renovables y en el máster en Gestión Ambiental y Energética en las Organizaciones Rebeca Sánchez Vázquez dice: «Cada vez hay más profesionales de la construcción involucrados en construir edificios que sean más respetuosos con el medio ambiente y en emplear materiales que sean sostenibles».
Sánchez Vázquez explica que las temperaturas más extremas afectan los materiales de la construcción y el bienestar de las personas en esos edificios. También resalta el riesgo de daños estructurales debido a fenómenos como las inundaciones, afirmando que «las lluvias torrenciales pueden generar grietas en las estructuras».
En cuanto a la renovación de edificios antiguos, la referente enfatiza: «Por ejemplo, en torno al 70% de los edificios de la Unión Europea son muy antiguos. Habría que intentar restaurarlos con materiales que sean más sostenibles y que permitan un aislamiento para que consuman menos energía». Sánchez Vázquez también hace hincapié en la necesidad de construir con materiales menos contaminantes y reciclables.
Además, destaca la importancia de la tecnología en la construcción sostenible, indicando que «la tecnología permite hacer edificios inteligentes», y añade que «por ejemplo poner sensores de temperatura, permite reducir el consumo de energía».
Soluciones para reducir el impacto
Un informe recién publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Centro Yale para Ecosistemas + Arquitectura (Yale CEA), en colaboración con la Alianza Global para Edificios y Construcción (GlobalABC), presenta soluciones para abordar el impacto ambiental del sector de edificios y construcción y reducir los residuos generados por esta industria.
El informe titulado «Materiales de construcción y el clima: Construyendo un nuevo futuro» proporciona un enfoque de tres frentes para reducir las emisiones de «carbono incorporado» y minimizar los impactos negativos en los ecosistemas naturales relacionados con la producción y uso de materiales de construcción, como el cemento, el acero, el aluminio, la madera y la biomasa.
En primer lugar, el informe aboga por evitar el desperdicio a través de un enfoque circular, promoviendo la reutilización de edificios existentes y fomentando la construcción con menos materiales y con aquellos que tengan una huella de carbono más baja. Esta estrategia podría reducir significativamente las emisiones, con una disminución del 50-75% en comparación con la construcción nueva.
En segundo lugar, se destaca la importancia de cambiar a materiales de construcción renovables y sostenibles basados en la biología, como la madera y el bambú. Se estima que este cambio podría conducir a ahorros de emisiones acumulativos de hasta un 40% en el sector para 2050. Sin embargo, se requiere un mayor apoyo político y financiero para garantizar la adopción generalizada de estos materiales.
Por último, el informe hace hincapié en la necesidad de mejorar la descarbonización de los materiales de construcción convencionales, como el concreto, el acero y el aluminio, que representan una parte significativa de las emisiones globales. Se propone la electrificación de la producción con energías renovables, el aumento del uso de materiales reciclados y la implementación de tecnologías innovadoras como medidas clave para lograr este objetivo.
En el contexto de la acción climática, el informe destaca que la mayoría de los esfuerzos se han centrado en la reducción de las emisiones de «carbono operativo», relacionadas con la operación de los edificios. Sin embargo, se espera que la descarbonización de la red eléctrica y el aumento de las energías renovables contribuyan a reducir estas emisiones en las próximas décadas.
Finalmente, el informe señala que las ciudades tienen un papel crucial en la implementación de medidas de descarbonización, destacando la integración de superficies vegetadas, como techos verdes y fachadas, como una forma efectiva de reducir las emisiones de carbono urbanas y mejorar la calidad de vida en entornos urbanos.
Esta nota fue producida con el apoyo de BATEV – Exposición Internacional de la Construcción y la Vivienda.