En Argentina hay más de cinco millones de personas (12,9 % de la población) que tienen algún tipo de discapacidad de carácter auditiva, motora, visual o intelectual. A su vez, ocho de cada 10 personas con discapacidad no poseen un empleo formal. La falta de inclusión en el ámbito laboral para ellas es una de las grandes deudas pendientes tanto en el país como a nivel global.
Si pensamos qué pasa con la discapacidad en el mundo, es posible observar que representa a la mayor minoría mundial: la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que un 15% de la población mundial tiene discapacidad, un número que puede aumentar en los países en desarrollo por el envejecimiento poblacional.
En este contexto, las barreras con las que se encuentran al momento de buscar trabajo, como así también los obstáculos para estudiar, capacitarse y finalmente acceder a trabajos formales, son muchas. Para Carolina Battaglia, licenciada en Ciencias de la Comunicación y co-fundadora de Trama.red, las personas con discapacidad suelen reproducir el círculo de pobreza por la dificultad de acceso al estudio y a información adecuada, y así también al acceso a trabajos calificados. “Son personas que quedan relegadas del mercado laboral en condiciones de precarización y marginación”, explica la referente de la organización especializada en discapacidad e inclusión laboral.
A diferencia de la mirada sobre la discapacidad que se sustenta en el paradigma médico asistencialista y que todavía sigue muy arraigado en la sociedad, Trama.Red trabaja desde el modelo social de la discapacidad (instalado en la década del 70), desde el cual se busca derribar las barreras que les impide su plena participación en la sociedad. A su vez, se prioriza el enfoque positivo y se muestra (en las redes, en los talleres y capacitaciones, entre otras áreas) lo que las personas con discapacidad pueden hacer si tienen los entornos adaptados y si tienen lo que necesitan para poder llevar a cabo. “Ponemos el foco en las personas más allá de su discapacidad, es decir que la tomamos como una característica más de esas personas”, dice Battaglia.
En este punto es necesario destacar que, la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad define a las personas con discapacidad como aquellas que tengan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás. “Es decir, que la discapacidad siempre es en relación con el entorno”, resalta Battaglia.
Desde Grow –Género y Trabajo-, su directora y fundadora Carolina Viilanueva cuenta que en los últimos relevamientos a empresas se observó que muchas personas con discapacidad optan por no visibilizar su discapacidad cuando ésta fue adquirida durante el trabajo (por ejemplo, disminución de la audición o la visual) por miedo a perder el empleo o a ser discriminados.
Para trabajar en la inclusión laboral, Villanueva también observa que las licencias y permisos que las empresas otorgan a personas con discapacidad como a otras que tienen a cargo del cuidado a niños, niñas o adultos mayores con discapacidad, deberían revisarse y ser visibilizadas de manera amplia. Pone un ejemplo: “Si dentro de la empresa, una mujer en período de lactancia tiene discapacidad, probablemente no le alcance la hora de lactancia que se destina para ese fin y sea necesario visibilizarlo y tenerlo en cuenta. O bien, si la persona con discapacidad se encuentra en su casa, también es necesario visibilizar que ese empleado o empleada que está a su cargo va a requerir de más tiempo para trámites, acompañamientos médicos, entre otros, y para eso va a necesitar ampliar las licencias de cuidado”.
Al mismo tiempo, la especialista destaca que no hay tantas empresas que hagan un desarrollo laboral y de carrera profundo para que personas con discapacidad puedan acceder a puestos de decisión a largo plazo. “Solo se los tiene en cuenta para los puestos automatizados y por el momento no se complejiza en este punto”, aclara.
Entre los cambios positivos para la inclusión laboral, Villanueva destaca: “Hemos visto adecuación de infraestructura en grandes empresas y en términos amplios. Es decir, además de las rampas para sillas de rueda, hay casos donde se tiene en cuenta que los espacios no tengan contaminación auditiva, se provee auriculares acordes y uso de subtítulos en todos los videos, sillas ergonómicas, entre otras cuestiones prácticas que aportan en el proceso de adecuación de las organizaciones”, concluye.
Más allá de las barreras, existen casos de superación personal y conquistas en ámbitos públicos y privados que valen la pena destacar, como es la historia de Daniela Aza, Soledad Nieva y Mauricio Capart. Las tres personas viven en distintas partes del país y hoy se encuentran incluidas en el mercado laboral.
“Una de las grandes satisfacciones fue obtener el título universitario”
Cuando nació, Daniela Aza fue diagnosticada con Artrogriposis Múltiple Congénita, una de las llamadas enfermedades poco frecuentes que afecta a las articulaciones y genera enormes contracturas. Fue intervenida quirúrgicamente en 15 oportunidades con un pronóstico reservado. “Lo primero que le dijeron a mi familia era que no iba a poder caminar ni tener una vida autónoma”, cuenta la referente en discapacidad y diversidad. Sin embargo, Daniela logró estudiar y egresar de la carrera de Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires luego de 10 años de esfuerzo.
Cuando llegó el momento de ingresar al mundo laboral se encontró con nuevas barreras y nuevos prejuicios. “Por las falencias que encontraba en la sociedad decidí abrir mi propia cuenta de Instagram para difundir sobre la discapacidad y contar cómo impacta en todos los ámbitos de sus vidas”, expresa Daniela. Hoy tiene casi 100.000 seguidores en Instagram y da capacitaciones en empresas.
En los últimos cinco años, Daniela observa un crecimiento muy positivo. Recuerda que, en sus inicios casi no había creadores de contenido en materia de discapacidad en las redes. “Mi trabajo creció mucho a lo largo de estos años inspirando y educando a mucha gente que tal vez no conoce del tema”, cuenta.
Daniela siente que uno de sus grandes méritos fue haber convertido su espacio en las redes en un trabajo y un sostén. “Esto no es muy común cuando hablamos de discapacidad porque no vemos muchas personas con discapacidad emprendedoras o que hayan construido su propio proyecto. Actualmente estoy trabajando junto a empresas enormes que tienen un gran poder en el camino hacia la inclusión y también con profesionales y otros referentes con quienes trabajamos en conjunto por un mundo mejor y más inclusivo. Ninguna empresa puede quedar fuera de la inclusión”, enfatiza.
Una de sus grandes satisfacciones fue obtener el título universitario en una época en que no se hablaba de diversidad e inclusión y que por el hecho de ser mujer con discapacidad los prejuicios eran mayores. “La facultad me dio sentido crítico y herramientas que me sirven para volcar en el trabajo que hago de concientización”,señala.
Otro momento clave y bisagra fue cuando se casó después de 17 años de estar en pareja “Juntos derribamos muchas barreras y prejuicios que hoy comunicamos. Siento que mi casamiento también fue un mensaje a la sociedad que tuvo que ver con enseñarle que las personas con discapacidad nos podemos enamorar y ser felices junto a alguien”.
“Cuando me fui adueñando de mi condición de discapacidad pude poner límites”
El caso de Soledad Nieva tiene puntos en común con el de Daniela, aunque la discapacidad para ella fue una novedad en su vida. Hace cinco años, luego del parto de su hija, se desencadenó una hipoacusia severa. Ella nació y vive en Mendoza, es Ingeniera Agrónoma y trabaja para la provincia en el ámbito público y privado.
“Antes de mi discapacidad trabajaba como ingeniera agrónoma en una corporación”, cuenta. La decisión de disminuir el ritmo laboral fue previa a su discapacidad. En aquel momento lo pensaba para criar a su hija con mayor dedicación, pero todo cambió de repente con el diagnóstico de hipoacusia limitante luego de parir. No solo se trataba de maternar y aprender a ejercer un nuevo rol, sino también, de aceptar que nunca volvería a escuchar como antes.
“Me di cuenta de manera cruda que el mundo está muy preparado para que estemos al cien por ciento de la capacidad, y que si vos no estás así, te quedas atrás. Por eso, los primeros años fueron difíciles. Asumir la discapacidad fue un verdadero duelo, aunque mi beba fue un gran motor para superarme día a día. De a poco empecé a asumir las limitaciones y, al mismo tiempo, a explicar a los que me rodeaban que no escuchaba bien, que necesitaba que me tengan paciencia y que me expliquen mejor cuando hablaban”, relata Soledad.
En 2020, con la pandemia por Covid-19, el uso de tapaboca obligatorio la condicionó al uso de audífonos ya que, hasta ese momento, se apoyaba en la lectura de los labios para comprender. “Ese fue el momento más difícil, cuando tuve que asumir la discapacidad como algo irreversible”, recuerda.
La discapacidad puso a prueba a todo su entorno: “Las relaciones se modifican en todos los ámbitos. Particularmente en el trabajo son un poco más complejas porque no hay afecto de por medio”, dice.
Después de la pandemia y hasta la actualidad, Soledad se dedicó a supervisar trabajos de arbolado público en Mendoza en el marco del cuidado y la gestión del arbolado de la provincia, una actividad que tiene la exigencia extra de estar en contacto permanente con personas en entornos ruidosos donde hay motosierras y máquinas operando. “Es un gran desafío porque estoy en relación cotidiana con operarios que ejecutan tareas en ambientes donde no se escucha casi nada”, cuenta.
“Lo difícil de la sordera es que no se ve a simple vista: el que te habla no comprende que no lo entendés y qué necesitás algo más. La sordera requiere si o si la interacción y muchas veces la gente de entrada no empatiza, y ahí se dio la mayor complejidad porque aparentemente no tenés nada porque sos “normal”, agrega.
En estos años vivió muchos eventos tensos, malos entendidos, risas y hasta burlas. “A medida que me fui ‘plantando’ y adueñando de mi condición de discapacidad pude poner límites y, al mismo tiempo, explicar y educar mejor al entorno. Incluso di charlas en mi trabajo y expliqué a mi equipo cuál era mi condición y qué necesitaba de ellos para poder comprendernos. Recién ahora, después de tres años de trabajar con el mismo equipo me siento totalmente incluida”, expresa Soledad.
“Asesoro a empresas para lograr mayor inclusión laboral”
Nacido en Esquel, Chubut, Mauricio Capart, de 46 años, se moviliza en sillas de ruedas desde que tiene 18. Su discapacidad fue consecuencia de un tumor que comprimía a la médula espinal en la zona lumbar. “Tuve que afrontar dos intervenciones quirúrgicas y desde el 2003 me movilizo en silla de ruedas”, cuenta.
El primer trabajo lo consiguió a través de una ONG que se dedicaba a capacitar a personas con discapacidad en la búsqueda de empleo. Estuvo en una empresa privada hasta que ingresó al programa “Turismo accesible”, dependiente del Estado, donde estuvo casi 10 años haciendo relevamientos, evaluación de los servicios y capacitando al personal de la Secretaría de Turismo.
Actualmente trabaja en el Área de Discapacidad del Ministerio de Trabajo: “Asesoro a empresas para lograr mayor inclusión laboral a partir de las políticas públicas y programas nacionales. También colaboro con una ONG, dando charlas de sensibilización en colegios, y de manera particular brindo charlas motivacionales en distintos ámbitos de interés”, cuenta.
En paralelo y desde hace 10 años, Mauricio entrena esquí acuático adaptado, algo que empezó como un desafío enmarcado en un hobbie y que con el tiempo se transformó en algo cada vez más profesional. Es en esta área donde él registra sus mayores logros. “En marzo del 2022 logré que se incluya la categoría de Esquí Náutico Adaptado dentro de los torneos convencionales, generando un gran antecedente dentro de este deporte acuático. A su vez, registré mis primeras marcas en un Torneo Nacional organizado por la Federación Argentina de Esquí y Wakeboard”, dice con orgullo. En septiembre de este año participó del World Disabled Water Ski Championships en Sacramento California, Estados Unidos, siendo el único representante por Argentina y Latinoamérica que estuvo presente.
Cuando Mauricio analiza el nivel de aceptación social que hoy se tiene sobre la discapacidad, dice que hay mayor apertura gracias a los cambios culturales y a las convenciones internacionales en el tema. Esto marca una diferencia respecto a la visión netamente médica, que se tenía sobre la discapacidad en décadas pasadas. Sin embargo, de acuerdo con Mauricio, la inclusión laboral todavía sigue siendo un aspecto muy difícil. “Más allá de los programas que tiene el Ministerio (que son vitales), y de las capacitaciones que se puedan hacer en empresas, falta muchísimo. Cuando las empresas piden perfiles al Ministerio, se buscan personas muy calificadas y casi ninguna responde a esas exigencias por barreras previas”, específica.
¿Cómo lograr un cambio a favor de la inclusión?
“Se suele asumir que una persona con discapacidad va a ser una carga para la empresa. Se piensa que se van a tener que invertir grandes sumas para hacer accesible el entorno, que la persona no se va a incluir o va a faltar todo el tiempo. En el ámbito privado aún no se cuenta con herramientas como el cupo laboral que tal vez facilitaría un poco más el proceso de inclusión laboral. De esta manera, se sigue vulnerando el derecho al trabajo y esto es inconcebible”, expresa Daniela.
Para lograr la inclusión social, de acuerdo con Daniela, es clave promover una óptica más positiva de la discapacidad lejos de la mirada histórica que siempre la concibió como una falencia. “Es fundamental que llevemos ejemplos positivos, que compartamos los derechos, que generemos instancias de formación y capacitación para no dejarnos llevar por prejuicios”, argumenta.